Conclusiones del congreso

Abríamos el I Congreso Inter-CISEV recordando la importancia del pilar “usuarios más seguros” para el cumplimiento de los objetivos del Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020 y, bajo este contexto, se ha puesto de manifiesto, una vez más, la necesidad de impulsar mejoras en la educación y la formación vial, la concienciación y sensibilización, el control del cumplimiento de las normas sobre límites de velocidad y conducción bajo los efectos del alcohol, uso del casco y cinturón de seguridad, la puesta en marcha de programas de seguridad vial laboral, etc.

Hoy estamos, si cabe, aún más convencidos de que debemos seguir esforzándonos por que los usuarios adopten comportamientos más seguros; debemos asumir que se trata del campo de trabajo urgente, dado que todos los demás giran inevitablemente alrededor de él. Es prioritario trabajar para conseguir gobiernos más preparados, con programas de seguridad vial específicos y viables financieramente. A ello hay que sumar la mejora de carreteras y calles que han de ser diseñadas y conservadas pensando en los usuarios con el propósito final de configurar un sistema de transportes más seguro. Vehículos más seguros deben ir siempre acompañados de usuarios bien formados y concienciados.

Como conclusión de esta primera cita Inter-CISEV, podríamos quedarnos con una frase que resume el espíritu con el que fue concebida y que se ha desarrollado conceptualmente durante estos días: “hablar de seguridad vial es hablar de personas”.

Se ha podido constatar la importancia del fortalecimiento institucional para la consecución de buenos resultados en términos de reducción de la siniestralidad: los países que han constituido organismos fuertes, capaces de liderar políticas sólidas en materia de seguridad vial, han conseguido, al menos en parte, los objetivos que se proponían; de esta manera, pueden considerarse como un ejemplo a seguir por parte de otros países de Iberoamérica.

Cobra especial importancia la seguridad vial laboral como paso siguiente a la incorporación de la sociedad civil a la lucha contra la accidentalidad, que es una realidad a día de hoy, a través de numerosas organizaciones que realizan actividades muy interesantes en toda la región. Ha llegado la hora de que las empresas se comprometan con la seguridad vial, como ya están haciendo otras entidades; el reto está en conseguir la máxima participación del sector privado en este compromiso global, que ha de ser concebido como un compromiso de todos. La implicación de la sociedad civil es un elemento clave en el cambio de paradigma, donde el sector privado está llamado a jugar un papel protagonista, puesto que las empresas todavía son testigos pasivos de las consecuencias de la siniestralidad vial: la reducción de la competitividad y sobre todo, el perjuicio de la salud de sus trabajadores. Las empresas operan en escenarios variables, donde los riesgos cambian con frecuencia, motivo por el cual es imperativa una actitud proactiva y comprometida con la gestión de la seguridad vial de los trabajadores.

La educación vial dirigida a niños, jóvenes y adultos debe continuar siendo una prioridad. A lo largo de estos dos días se han mostrado varias experiencias muy interesantes que ponen de manifiesto la capacidad de países, regiones, municipios y organizaciones para llevar a cabo iniciativas de éxito que involucran a toda la población. Uno de los retos a los que se está dando respuesta es la formación de docentes, fundamental para conseguir el máximo alcance de las actividades de educación vial.

La formación de los conductores es una de las asignaturas pendientes en la región de América Latina. La necesidad de un marco regulador adecuado, el establecimiento de pruebas teóricas y prácticas, el endurecimiento de los procedimientos para obtener las licencias, la formación de los formadores viales, la regulación de la formación en simulador, la formación de infractores reincidentes, etc. son algunos de los aspectos a los que es preciso dar respuesta de forma homogénea en los países. Sería deseable que las prácticas irregulares de compra de licencias de conducir o la posibilidad de adquirir una licencia en una región cuando se ha perdido en otra quedaran totalmente erradicadas en el área de América Latina y Caribe, en virtud del cambio radical que estos países están dispuestos a dar en materia de seguridad vial. Un espacio homogéneo de formación de conductores en la región de Iberoamérica, respetando la independencia de los estados, pero asegurando unos mínimos requisitos de seguridad y calidad, no sólo sería deseable, sino prácticamente indispensable.

Por otro lado, la formación no debería limitarse al período de aprendizaje destinado a la obtención del permiso de conducción. Es necesario garantizar que la seguridad vial esté presente a lo largo del ciclo vital de los ciudadanos, lo que se conoce con el nombre de “lifelong learning”. Los usuarios deberían ser formados como “pre-conductores” antes de alcanzar la edad legal para la obtención del permiso de conducción y los conductores veteranos deberían someterse a programas de reciclaje que permitan actualizar conocimientos, porque la formación es la mejor vacuna que podemos utilizar contra la siniestralidad vial.

La labor de control efectuada por las policías de tránsito es consustancial a las acciones preventivas para la mejora de la seguridad vial y la disminución de los accidentes. Prueba de ello es que los países con menores ratios de accidentalidad, reconocidos por su alto nivel de educación vial, se caracterizan por ejercer una importante fiscalización de los conductores infractores. En este sentido, los gobiernos de los países iberoamericanos deben aprobar normas equilibradas, eficaces y adecuadas a la realidad de la Región.

Las policías de tránsito se enfrentan a retos muy importantes en los países emergentes, sirva como ejemplo el caso de Lima, donde en tan sólo 10 años el parque automotor ha aumentado un 231%. La dotación de recursos materiales y humanos, así como una adecuada capacitación de los agentes se antojan imprescindibles para atender las necesidades de los ciudadanos en términos de seguridad y movilidad. Técnicas como la reconstrucción de accidentes permiten no sólo determinar las causas y responsabilidades de los siniestros, sino que se convierten en verdaderas herramientas preventivas por el grado de conocimiento que proporcionan.

Hace ya algún tiempo que la mayoría de los países ha dejado atrás una manera de trabajar obsoleta, centrada en la aplicación de acciones independientes, enmarcadas en cada uno de los factores que convergen en el tránsito: la infraestructura, el factor humano y el vehículo. Hoy en día los planes y programas tienen un carácter integral, puesto que se ha demostrado que lo más eficaz es actuar de una manera colaborativa, en pos de un sistema más seguro. Algunas regiones han comprendido hasta qué punto el concepto de la integración y la colaboración es importante, tal es el caso de la Unión Europea, donde en 2013 se estableció un único modelo de permiso de conducción.

Ha llegado el momento de implantar mejoras. Es el momento de dar respuestas. Algo se está moviendo, y mucho, en América Latina en seguridad vial en los últimos años y ahora se debe dar, como ya apuntábamos en la Declaración de Cancún, un golpe de efecto, o no se cumplirán las metas del Decenio, como algunas voces expertas han augurado en este Congreso.

En Madrid (España)
17 de junio de 2015

   
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